la tumba de los prismas

Nombre: leinad
Ubicación: Santiago del Estero, Argentina

23 octubre 2006

Alzo la mirada. Me equivoco.
Si lo que quiero es verte
debo
encontrar la muerte...
y encontrarla otra vez.

09 agosto 2006

La lluvia llora en ti su diferencia.
a medida que la distancia se nutre
de esperma,
sé que eres tú quien se protege,
bajo la tachadura
de un silencio a deshoras,
mientras miras
mis ojos
desde tu penumbra fantasma.

27 febrero 2006

El nacimiento de la muerte

Fueron cuarenta y ocho meses desde que tu desfloración retorna, en los frisos de los cuernos de los toros o en las devotas caminatas de los muertos. Me sabes burlado entre tu extensión complaciente, entre tus ropas efímeras que cuelgan de tus vellos. Te ves acostada en mi semestre, con las piernas rodando como un agasajo, ya tú el reloj donde se impacientan los rencores autistas y ciegos, los asesinatos de la mano tácita. De ello no ha quedado nada. Sólo la trama conciente de la necesidad. Por ello mi tacto te filtra antes de llegar a ti, antes de aislar esos sepulcros de carne, para mi diente occiso, para mi anatomía deliberada. No te inoportuna que me acueste a expensas de tu defensiva. Te amontonas en mi cuerpo como una pila de escombros que las sombras dejaron, quizás te rendiste a las ruinas de tal horizonte. Te aparto de mí cuando descubro mi Agosto, mi bragueta sucia, desmintiendo canciones, ansiedades de un holocausto mental. Y te evaporas al instante, y tus ojos pueden aparecer bajo las raíces de un acantilado. Yo no finjo arbitrariedades, yo soy el mayor traidor, más hombre en la defensa que mi espada, ni mayor universo que estar pendiendo del océano. Mis yemas conquistan los ángulos opuestos de tu imagen sórdida, no estás a salvo, mientras te eyaculo una tonelada de despertares, o la orina que me exprimieron los ojos, y esperes que yo mutile las causas, y te disminuya el sujeto, el perímetro de una invisible pirámide. Pero los templos se ahogan de saliva, en tu boca resbalando cuando te engañas, en los ademanes de los velorios o en las oquedades de la risa, o en las zonas agrietadas de los signos; quizás es una felación creada por tu destino, o el bautismo de mi miembro erecto. No es dios quien lo sabe. El camino se separa entre las hojas, en el suelo los restos del aire se congelan. No doy las pistas, lo que he clausurado lo recubres con rush, con el perfume de la dilación enfermiza, en ti las secuencias esperan, ese contrato con la muerte te vuelve informe, intocable, cúspide de un territorio en donde el lenguaje se suspende. Yo he perdido la palabra entre tus muslos azorados, por más que en la punta de los tenedores asome tu nombre y tu corpiño, la diatriba de ignorar quién es el árbitro de la penetración, para comparar los rodeos del sol ante la lluvia, el tosco sacrificio de un silencio que succiona. Pienso en ti como una presentación, aunque esto es dudoso, no menos probable que el tiempo imitando a la aurora. Mi hocico no tiene derrotas, pero sí mi nariz. Tus cabellos harán exacto a Pitágoras. ¿A qué has venido? Pronto tendrás que usar la lengua. Coincido en que te defenderás bien. Tu valor supera a tu honor. No supuras la mirada, acomodas la cama antes de huir, tienes una cita con tus símbolos, no me despides, acaso el principio sea llegar hasta mi sueño y anegarlo. Y así los menguantes oscilen, así los polos me anticipen la dolonía, yo pujo en mi voluntad hasta que mi sangre se coagule con poemas, tú no me perteneces desde mí, pues para que tu antorcha se consumiera debieron rociarla con un aceite que no extrajiste de mi último poro, para entender a Pandora corrieron o forzaron la tapa ambas manos, con todo el poder de un cuerpo, sabiendo que por ese sacrificio ya no habría resurrección.

05 febrero 2006

El sueño del prisma


¿Pensaste que yo me acordaría?¿O acaso son náufragos sus ojos?, pues manos nombran su venganza fría. En la tierra maduran tus enojos, y en ella un universo muerto: la vida desenfunda sus abrojos; mas es tu madre quien te ve despierto, te suma a su vientre sin descanso (dejo de ser al verte descubierto). De escarbar el cielo no me canso, bajo por los mares, voy sin luna, e increpo a dios sin tu remanso.Ya los meses arañan tu fortuna, ya los hombres cometieron su delito, de ser uno eres con tu madre, una. Estos errores de un pensar finito, hartos tal vez, sí, de la impotencia, y no ser mortales o infinitos. Hijo, no me dejes, la inocencia vuela en ti, sin ataúdes, rima, estando en sí como una esencia, estar en la montaña y no en la cima, besar si amas a quien está durmiendo, ser el alma de aquel que te lastima.Tú lo tienes, hazme lugar, vivamos, démosle un milagro y un reposo, una fe aunque sepa que lo amamos. No temas, lo tumba el mar undoso, su cuerpo se confunde con el viento, lo imita el paisaje más hermoso. Los astros lo creyeron un lamento, mas nosotros supimos lo que eras: un niño que soñó ser firmamento. No llores que al fin, si tú pudieras ya tu corazón darías al cielo para que ya su nombre sucediera.
Dí, ¿quién de su dolor no se retracta? Lo tuvimos con las armas y el perfume (¡Amor, de tanta inmensidad se jacta!). El estupor de una lluvia que lo asume lo tienta a desterrarse de mi lado, y tan pequeño la muerte lo consume.Tomemos el azur de su costado y que su tumba sea su quimera, que a mi retina sean sus ojos dados. Mira cómo juvenece la pradera, que las flores incuban tu proeza, y escuchar tu voz en la sordera. Somos pobres, y esa lid confiesa que eres estandarte de la vida y toda batalla te resulta ilesa.Volvamos a dormir en la partida, vuelve al beso que di a tu madre, y vuelve a sentirla concebida.No seré el animal que en la distancia ladre, sino la respuesta que en tu voz fue padre.

y los horrores dejasen su duelo
y el patio amara sus canciones
y lo luna lo guardase con celo,

cosas simples que vencerán naciones,
y prisas de ternuras en la lengua
con coros de anhelos tras los aventones,

y ver el ocaso en que la sombra mengua,
los tres como una imagen intacta,
¡oh, perfección de luz y trabalengua!

III

Dí, ¿quién de su dolor no se retracta?
Lo tuvimos con las armas y el perfume
(¡Amor, de tanta inmensidad se jacta!).

El estupor de una lluvia que lo asume
lo tienta a desterrarse de mi lado,
y tan pequeño la muerte lo consume.

Tomemos el azur de su costado
y que su tumba sea su quimera,
que a mi retina sean sus ojos dados.

Mira cómo juvenece la pradera,
que las flores incuban tu proeza,
y escuchar tu voz en la sordera.

Somos pobres, y esa lid confiesa
que eres estandarte de la vida
y toda batalla te resulta ilesa.

Volvamos a dormir en la partida,
vuelve al beso que di a tu madre,
y vuelve a sentirla concebida.

IV

No seré el animal que en la distancia ladre,
sino la respuesta que en tu voz fue padre.

I

¿Pensaste que yo me acordaría?
¿O acaso son náufragos sus ojos?,
pues manos nombran su venganza fría.

En la tierra maduran tus enojos,
y en ella un universo muerto:
la vida desenfunda sus abrojos;

mas es tu madre quien te ve despierto,
te suma a su vientre sin descanso
(dejo de ser al verte descubierto).

De escarbar el cielo no me canso,
bajo por los mares, voy sin luna,
e increpo a dios sin tu remanso.

Ya los meses arañan tu fortuna,
ya los hombres cometieron su delito,
de ser uno eres con tu madre, una.

Estos errores de un pensar finito,
hartos tal vez, sí, de la impotencia,
y no ser mortales o infinitos.

Hijo, no me dejes, la inocencia
vuela en ti, sin ataúdes, rima,
estando en sí como una esencia,

estar en la montaña y no en la cima,
besar si amas a quien está durmiendo,
ser el alma de aquel que te lastima.

II

Tú lo tienes, hazme lugar, vivamos,
démosle un milagro y un reposo,
una fe aunque sepa que lo amamos.

No temas, lo tumba el mar undoso,
su cuerpo se confunde con el viento,
lo imita el paisaje más hermoso.

Los astros lo creyeron un lamento,
mas nosotros supimos lo que eras:
un niño que soñó ser firmamento.

No llores que al fin, si tú pudieras
ya tu corazón darías al cielo
para que ya su nombre sucediera,

01 febrero 2006

El templo en que yo jugaba
se parece a una tumba erecta,
que me escribe hasta el exilio,
que mira a dios,
porque todas las lanzas no
buscan este cuerpo,
me amontono detrás de las crestas
que el viento enunció.
El verano vigila tu derrota
desde que el pasado amaneró sus sentidos,
para perder identidad y cortesía,
y halló en ti, sorprendido,
cielos y mares sin mortaja.
No quepo en tus aclamaciones,
tus gritos ofenden la pradera,
yo muero hasta despertar
y atrapar tus nalgas
sin el reposo de otras tardes,
no sé si agobio y llamo a las lluvias,
si el tridente multiplicó mis ojos,
me reclaman el vacío,
la música erosionándose,
pero no puedo socorrerte,
¿cómo puede ser pròjimo el viento?

30 enero 2006

Ya defraudaste este silencio. Te agotaste.
Los rastros de tus pies lo humillaron todo.
Ahora vigilan la ezquizofrenia del paisaje,
esta monotonía de ver virar el horror
en tus pisadas, en este reguero de manos en la prisa.
Mientras haya un engendro entre los muros,
fragmentos de intestinos y pendientes,
con la figura de tartamudeos derrotados por licores,
tú en la apertura de la muerte
dando voluntad al aire,
y este rumbo es el párrafo filtrado por un rostro
y un invierno, tal mañanas tumbadas
en un soplo, y tus retinas anchas en el cielo,
¿permanecen acaso para olvidar los toros?
No sabe si te has acostado.
Da un giro para auscultar tu sombra,
que a distancia de ti madura el tiempo.

24 enero 2006

Una palabra que cae como una mueca
de horror y desencanto,
una palabra en deterioro y en zozobra,
una palabra eludiendo tigres
que supone un suicidio del paisaje.